jueves, 23 de octubre de 2014

Retratos cercanos

Rescato unas fotos del verano en las que queda patente que, allá donde son respetados, los animales se muestran mucho más cercanos ante la presencia del ser humano, permitiéndonos el lujo de observar con detalle no sólo sus rasgos físicos, cosa que también podríamos hacer en un zoológico, sino también sus patrones de comportamiento habituales en estado salvaje.

Fue poner el pie por primera vez en el Parque Nacional de Monfragüe y se abrió la caja de las sorpresas. En mitad de una explanada de tierra que hacía las veces de aparcamiento provisional en sustitución del que se estaba en obras, nos vigilaban un par de chorlitejos chicos (Charadrius dubius). Desde luego que no esperaba encontrarlos allí, entre turismos y maquinaria pesada, y se me dispararon las expectativas ante la sensación de que sería sólo el aperitivo de una jornada muy divertida.


Una de las primeras paradas fue la del famoso Salto del Gitano, del que tantas fotografías había visto con anterioridad. No sé por qué tenía la idea de que se trataba de un lugar tranquilo y apartado, al que había que llegar a pie. Nada más lejos de la realidad: las imágenes no me habían mostrado la carretera que se oculta inmediatamente detrás del fotógrafo, ni las decenas de turistas, llegados de todas partes del mundo, que allí se acumulan. Sin embargo, todo ello no evitó que quedásemos maravillados con el lugar, de paisajes de por sí espectaculares, pero donde los buitres leonados (Gyps fulvus), más que acostumbrados a los observadores, son los verdaderos protagonistas, invadiendo por momentos todo el espacio aéreo sobre nuestras cabezas.





Sobre estos grandullones se centraban la práctica totalidad de las miradas de los visitantes, pero no son los únicos que habitan allí. Impresionado me quedé en varias ocasiones, cuando los aviones roqueros (Ptyonoprogne rupestris) pasaron rozando nuestras cabezas en mitad de sus acrobáticos vuelos de persecución de insectos. Incluso se posaban a descansar en lugares inusualmente próximos a la gente.




Aunque, para cercanía, la de los ciervos (Cervus elaphus). Desde la misma carretera, sólo las crías se mostraban algo recelosas ante nuestra presencia. Inquietas, parecían no entender la actitud pasiva de sus madres, que, acostumbradas a no ser molestadas, seguían a lo suyo sin inmutarse.




Y no es una exageración cuando digo que no se inmutaban.



Vamos, parecido a lo que ocurre en otros lugares, donde un ciervo te detecta a cien metros de distancia y sale huyendo despavorido. Por suerte para los que habitan en Monfragüe, allí nadie les dispara ni a nadie le molesta lo que comen o por donde se mueven. Ellos son los dueños de la dehesa.




Los milanos negros (Milvus migrans) eran muy abundantes, y con frecuencia los veíamos sobrevolando las carreteras a baja altura. Para ellos es una fuente de alimento como otra cualquiera y no dudan en aprovecharla.


A pesar de la confianza y cercanía, todas las especies de animales mantenían un comportamiento natural. Todas menos una, pues la excepción la ponían algunos zorros (Vulpes vulpes) que se dedicaban a esperar a la gente en merenderos y miradores, con cara de "dame algo".




Flaco favor les hace quien les da comida (haciendo caso omiso de las normas del parque). Una cosa es poder gozar de la confianza de los animales, que nos obsequian con su cercanía a cambio de nuestro respeto, y otra cosa muy diferente es interferir en sus costumbres y hacerlos dependientes de las personas.



No todo podían ser distancias cortas. Algunas de las especies más escasas y emblemáticas hubo que disfrutarlas desde la lejanía. Fue el caso de una imponente águila imperial ibérica (Aquila adalberti), que cruzó el cielo durante unos segundos.


O del único ejemplar de buitre negro (Aegypius monachus), de plumaje un tanto maltrecho, que tuvimos la ocasión observar. Mis dudas acerca de si sería capaz de distinguirlo fácilmente de su pariente el buitre leonado quedaron despejadas al instante, pues a una distancia razonable no hay lugar para la confusión.


Aunque relativamente escasos, mucho más fácil fue el avistamiento de varios alimoches (Neophron percnopterus) a lo largo y ancho del parque.


Y también se dejaron ver varias cigüeñas negras (Ciconia nigra), otra especie totémica de la zona. Eso sí, éstas no entienden de confianza con el ser humano y siempre mantienen una considerable distancia de seguridad.


Tampoco excesivamente confiados se mostraban los roqueros solitarios (Monticola solitarius), por lo que no pude tomar apenas fotografías de ellos, a pesar de haber visto unos cuantos.


Pero estábamos en Monfragüe y enseguida llegó el contrapunto a los avistamientos a través del telescopio y los prismáticos. Un sonido metálico a nuestras espaldas nos llamó la atención cuando nos encontrábamos rastreando los roquedos del otro lado del Tiétar. Subido al guardarraíl cantaba, más chulo que un ocho, este macho de perdiz roja (Alectoris rufa).



Pongo el punto final con una especie que, además de ser muy bonita, me impresionó por su inteligencia. Hablo del rabilargo (Cyanopica cyanus), abundante, oportunista y escurridizo. Si estás comiendo un bocadillo, empezarán a rondarte, pero no bajarán a por las migajas hasta que les hayas dado la espalda y te hayas alejado unos metros. Éstos sí que saben que no somos de fiar.




lunes, 13 de octubre de 2014

La culebra dominguera

Un caluroso domingo de verano, la culebra de collar (Natrix natrix) deambula, como cualquier otro día, por su territorio en la Garganta de los Infiernos. El curso de agua, que fluye sin descanso hacia el famoso Valle del Jerte, constituye el hábitat ideal para ella, pues en sus proximidades encuentra alimento e infinidad de formaciones rocosas que le proporcionan refugio y calor. En la zona habrá pasado toda su vida, hasta alcanzar un tamaño respetable, sobrepasando el metro de longitud.


Pero hoy no es la única que pretende tomar el sol sobre estas piedras y, de pronto y sin pretenderlo, se ve rodeada por un buen número de humanos. Menos mal que no todos piensan que es un animal venenoso y agresivo.


Rápidamente se da cuenta de que no es el momento ni el lugar para tomar el sol, y se apresura a esconderse entre las piedras. Por suerte, lo hace un momento antes de que un individuo llegue con un palo, dispuesto a poner en práctica los conocimientos adquiridos viendo Frank de la Jungla.


Afortunadamente, los humanos tienden a concentrarse todos en los mismos lugares, y el río aún tiene varios kilómetros en los que hacer vida sin sobresaltos.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Reencuentro en el Sisalde

En mitad de otro relajante paseo por el entorno del río Sisalde, me invade el recuerdo del encuentro que tuve con la nutria días atrás cuando pasé por un lugar muy cercano al que me encuentro. Lo primero que me viene a la cabeza es aproximarme de nuevo con la esperanza de volver a verla, aunque enseguida me quito las ilusiones. Se trata de animales que se mueven a lo largo de territorios amplios y sería mucha casualidad poder disfrutar de otro avistamiento tan cercano. No obstante, decido hacer una incursión hasta el lugar en cuestión, con máximo sigilo pero pocas expectativas. Simplemente por echar un vistazo, a ver si suena la flauta... ¡y vaya si suena!

Nada más dirigir la mirada hacia el pequeño cauce, la veo pasar con un pez en sus fauces. Mientras echo mano de la cámara, sale a la orilla opuesta y se dispone a dar buena cuenta de su captura, con tal suerte que quedo a sus espaldas y no se percata de mi cercana presencia. Durante unos breves minutos, trato de convertirme en una estatua mientras soy un espectador privilegiado del comportamiento de este habilidoso animal salvaje. 



Hasta que en un momento dado, entre bocado y bocado, la despreocupada nutria echa un vistazo a su alrededor y me descubre. Seguro que no esperaba mi visita, pero la verdad es que tampoco parece haberse llevado el susto de su vida. Decide ignorarme y seguir a lo suyo, aunque sólo por unos segundos, antes de perderse de mi vista entre la espesura del matorral.



En su refugio verde encontrará la intimidad para terminarse la buena pieza que ha pescado. Inmediatamente, yo también opto por irme a otro sitio. No es cuestión de molestar. Y no se puede tener más suerte por hoy :-)