viernes, 6 de febrero de 2015

Comportamientos que sorprenden

Aprovechando que pasaba por la zona de Riazor, me asomé a echar un vistazo con el fin de observar, por primera vez este invierno, a los habituales correlimos oscuros (Calidris maritima). No fallaron. Fieles a su zona de invernada, allí estaban, en la estrecha franja que les queda entre los límites del mar y del cemento. Con la marea alta, siempre los localizo descansando en las mismas rocas. Siempre me ha llamado la atención este comportamiento de algunas especies de aves que, tras viajar miles de kilómetros, se quedan durante meses en un territorio tan pequeño.


Por la zona también es fácil ver a los confiados vuelvepiedras (Arenaria interpres) y, con un poco de suerte, algún zarapito trinador (Numenius phaeopus).




Al contrario que sus vecinos los correlimos oscuros, los vuelvepiedras se mueven mucho más por todo el perímetro costero, e incluso algún aventurero decide de vez en cuando adentrarse en la zona humanizada y cambiar su dieta de invertebrados marítimos por algún que otro insecto de los jardines urbanos. Pero lo que ya me sorprendió aún más fue ver a uno comiendo migas de galleta como si fuese una paloma.




Aunque para comportamientos extraños, los humanos no tenemos rival. Si el vuelvepiedras-paloma me había llamado la atención, aún más lo hizo un ejemplar de humano-cormorán que desafiaba los 8 grados de temperatura, el fuerte viento y el temporal marítimo. Con un par.



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