jueves, 11 de septiembre de 2014

Operación retorno

El verano llega a su fin, y aunque por el momento no se note en los termómetros, la naturaleza se encarga de anunciarnos la inminente llegada del otoño. Los árboles empiezan a perder su color verde, comienza la berrea de los venaos... y quizá lo más evidente para quien se fije un poco, millones de aves cruzan el cielo durante estos días en su periplo hacia el sur, aventura que muchas de ellas acomenten por primera vez. Todas necesitan parar a descansar y alimentarse, siendo una ocasión única de disfrutar de la cercanía de especies que puede que no volvamos a ver en una temporada.

Entre los pequeños pajarillos, lo que más he notado en la zona en la que me muevo a diario es el considerable aumento de tarabillas. Por el momento, a falta de ver alguna norteña, me entretengo con lo confiadas que son algunas de las comunes (Saxicola torquatus).


También en cualquier zona verde, incluyendo parques urbanos y jardines domésticos, se te puede presentar, fiel a la fecha que marca el calendario, un papamosca cerrojillo (Ficedula hypoleuca).


Aunque el que más ilusión me ha hecho hasta el momento ha sido el ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica). Inquieto y desconfiado donde los haya, es todo un reto poder sacarle una instantánea. Pude observar dos ejemplares en el río Bolaños (Arteixo), diría que hembras, aunque con la muda de plumajes propia de estas fechas y la probable presencia de ejemplares nacidos este verano, no lo tengo nada claro.




Ante la dificultad de hacer buenas fotos, decidí grabar un video en el que se aprecia el típico comportamiento de estos pequeños.



Los calurosos días de verano en Cecebre fueron amenizados por el continuo paso de fumareles. Comenzó a finales de julio con la sorpresa del aliblanco (Chlidonias leucopterus), que no pude retratar, aunque al día siguiente ya dieron buena cuenta del mismo. Aquí un buen ejemplo. Las sucesivas visitas fueron protagonizadas por sus parientes los fumareles comunes (Chlidonias niger), difíciles de identificar y fotografiar por su vuelo incesante sobre las zonas más lejanas a la orilla y sus plumajes de transición. Por suerte, para posarse tienen especial predilección por una boya, momento en el que se los puede ver mucho mejor con el telescopio y sacar alguna foto testimonial.


Igual de testimoniales son las lejanas capturas que tomé hace unos días de un charrancito común (Sternula albifrons) en la ría de O Burgo. Merecía la pena, pues es una especie que no se ve todos los días.


Con las gaviotas cerca quedaba bien patente su reducido tamaño.


Para mí, las grandes protagonistas de la migración son las limícolas, que nos visitan en grandes y diversos bandos que cambian de un día para otro. La mayoría aprovechan la marea baja para alimentarse todo lo que pueden, pero el andarríos chico (Actitis hypoleucos) no descansa ni cuando el agua lo cubre todo, aprovechando para darle un repaso a todo elemento que aflore sobre la superficie.



Por primera vez pude identificar con certeza al correlimos zarapitín (Calidris ferruginea).


Varios ejemplares se agrupaban con correlimos comunes (Calidris alpina) y chorlitejos grandes (Charadrius hiaticula). La mayoría eran pollos nacidos este verano que, en sus primeros meses de vida, ya se ven inmersos en su primera aventura migratoria.


Una gran ocasión para apreciar claramente la diferencia entre los jóvenes de alpina y ferruginea.




Los que no plantean ninguna duda son los juveniles de chorlitejo grande.



Siempre se deja ver y oir algún zarapito trinador (Numenios phaeopus).



En menores números se suelen presentar los chorlitos, como este adulto gris (Pluvialis squaratola) que aún conservaba parte de su plumaje nupcial.


Y el primer y solitario vuelvepiedras común (Arenaria interpres) que veo en el paso migratorio. Como es habitual en esta ría, revolvía las zonas en que se acumulan más algas.


Habrá que seguir atentos, pues la cosa promete en el inicio de una de las épocas más interesantes y bonitas del año.