jueves, 20 de marzo de 2014

Entre tarea y tarea

Entrar en una oficina al poco de amanecer y salir cuando ya es de noche provoca que la semana laboral se haga un poco larga para un amante de la naturaleza. Más aún si hace un día espléndido y las previsiones meteorológicas para el fin de semana son más que pesimistas. Pero, a grandes males, grandes remedios. Así que nada mejor que improvisar, bocata en mano, una escapada fugaz al campo para dejar a un lado el estrés de la oficina.

Por el camino veo algunos de los primeros aviones y golondrinas que han llegado, anunciando que la primavera ya está aquí. Otros recién llegados, los mosquiteros musicales (Phylloscopus ibericus), alegran cada lugar por el que pasan con su canto. Y muy numerosos son ya los milanos negros (Milvus migrans) con su inconfundible silueta, que aparece por cualquier rincón del espacio aéreo del entorno de Cecebre.




Por contra, muchas anátidas se van marchando, y la superficie del pantano parece una lámina infinitamente lisa en la que sólo sobresalen algunos cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo) y somormujos lavancos (Podiceps cristatus). Éstos, con su llamativo plumaje estival, ya están con sus complejas danzas de cortejo, aún algo tímidas. Así los dejé, y por allí sumergidas también dejé las preocupaciones laborales, al menos por un rato.


jueves, 6 de marzo de 2014

Zarapito aventurero

En algunas ocasiones he podido ver zarapitos en praderas alejadas unos metros, e incluso kilómetros, del mar. Fue el caso de este zarapito trinador (Numenius phaeopus), que decidió cambiar el lodo y la arena por el césped, aventurándose a buscar alimento en los jardines del paseo de la ría de O Burgo.


No parecía irle nada mal, pues con su largo pico capturaba los numerosos insectos escondidos en lo más recóndito de la alfombra verde.




Mi experiencia hasta el momento me había mostrado a los zarapitos como una de las limícolas más desconfiadas, de las que guardaban mayor distancia de seguridad. Sin embargo, con un poco de paciencia y la inestimable colaboración de este ejemplar, pude acercarme más de lo que es habitual. Eso sí, el osado zarapito tampoco era un imprudente, y no dejaba de estar atento a todo lo que se movía cerca de él.



El abundante alimento que encuentran en sus lugares de invernada es fundamental para alcanzar un buen estado físico, factor imprescindible teniendo en cuenta el largo viaje de vuelta a sus territorios de cría, que tendrán que afrontar dentro de poco tiempo. Miles de kilómetros por delante. Y nosotros podremos disfrutar, una vez más, de estos multitudinarios pasos migratorios.