viernes, 29 de noviembre de 2013

Alcatraces viajeros

A principios de este mes, quise dedicarle una mañana completa a la observación de aves marinas en paso migratorio, algo que no había hecho antes. Esperaba sobre todo ser capaz de identificar alcatraces (Morus bassanus), por ser fácilmente distinguibles y porque las cifras que llegaban por parte de los observadores en Estaca de Bares eran impresionantes, llegándose a alcanzar varios miles de ejemplares por hora. Con esa idea llegué a las inmediaciones de la Torre de Hércules en un día de viento, lluvia y con el mar muy revuelto.

Pronto me di cuenta de que los alcatraces iban a ser relativamente fáciles de identificar, por su gran envergadura, la mayor de nuestras aves marinas, y sobre todo los ejemplares adultos, con su color blanco puro que destaca sobre el mar.




Los jóvenes tienen un plumaje mucho más oscuro, con tonos pardos o negruzcos y un bonito moteado blanco.



La vida del alcatraz comienza sobre un nido de algas situado en un acantilado o una isla inaccesible de países como Islandia, Islas Feroe o Gran Bretaña. En este último sitio, las poblaciones de alcatraces representan un porcentaje muy elevado de la totalidad de alcatraces en el mundo.



Cada año ponen un solo huevo. En 10 semanas, el pequeño alcanza 4,5 kg, 1 kg más que sus padres, lo que le permite sobrevivir cuando sus padres lo abandonan. Sin saber volar, se tira al mar desde el acantilado y a menudo debe hacer decenas de kilómetros a nado antes de aprender a volar, lo que ocurre sobre las 15 semanas.


Es entonces el momento de aprender a pescar al modo de los alcatraces, con asombrosas zambullidas en diagonal empinada, desde 10 a 40 m, replegando las alas hacia atrás justo antes de golpear la superficie. Una maniobra espectacular que acostumbramos a ver en los documentales, pero que también se puede observar fácilmente desde nuestras costas. Alcanzan una velocidad de 100 km/h en el momento en que penetran en el agua. Todo un reto para la fotografía. Yo por el momento me conformo con capturar los instantes anteriores y posteriores a la acción.





Fuera de la estación de cría, los alcatraces son de costumbres pelágicas y no se suelen acercar mucho al continente. Pero en días de temporal, el viento los puede empujar hacia la costa y los podemos observar mucho mejor. Incluso algún ejemplar, atraído por los peces, me sorprendió bordeando la pequeña ensenada entre Punta Herminia y la Torre de Hércules.




Son aves muy sociables y las colonias a veces son inmensas, como la de la isla escocesa de Saint Kilda, que cuenta con decenas de miles de individuos. En su viaje migratorio, esperaba verlos formando largas filas, pero fue todo lo contrario, y la gran mayoría de ellos iban solos o en parejas. Seguramente el fuerte temporal y el cansancio del viaje provocaron que los bandos se fuesen deshaciendo.






Las poblaciones son en parte migratorias y en nuestros mares son más numerosos en otoño-invierno, cuando se dispersan hacia el Sur, al parecer con forma poco prefijada. Es todo un privilegio que esta especie nos visite con frecuencia y podamos contemplar su comportamiento salvaje a un paso de nuestras casas.



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