viernes, 2 de agosto de 2013

Fin de semana en Somiedo (y III)

Antes de partir del tierras somedanas, una breve caminata por el puerto, lindando con la provincia de León. Encuentro la población de Santa María del Puerto muy animada por una colonia de avión común (Delichon urbicum) con actividad frenética. Es un constante ir y venir de aves adultas que, tras la captura de insectos al vuelo, retornan al nido para la ceba de los polluelos que allí esperan impacientes. Tendrán que crecer rápido para, en sólo 3 semanas, aprender a volar y, tras el verano, emprender su primer largo viaje a África.





El único charco de la zona es fundamental para la construcción y permanente reparación de la casa, tareas en las que ponen gran esmero y en las que participan, al igual que en todo el proceso de cría, ambos miembros de la pareja.


El nido se compone de centenares de bolitas de fango mezcladas con saliva. Y claro, entre tanto trabajador siempre surge algún oportunista aprovechado.


En los alrededores, tapizados de los matorrales más típicos de la alta montaña, no consigo dar con el bonito pechiazul, pero, entre alondras, chochines, acentores y tarabillas comunes, sí que sale a mi paso otra especie que tenía ganas de encontrar: la tarabilla norteña (Saxicola rubetra).



El cielo, ese día infinitamente azul, también acoge a otro ilustre visitante estival como es el alimoche o buitre egipcio (Neophron percnopterus). Sus habilidades para abrir huevos empleando piedras le hacen formar parte del selecto grupo de animales capaces de utilizar herramientas.



Y, por supuesto, todo el rato se siente uno acompañado por los enormes buitres leonados (Gyps fulvus).


Así es Somiedo, o al menos una pequeña parte de él: toda una joya para disfrutar y conservar.

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