miércoles, 31 de julio de 2013

Fin de semana en Somiedo (I)

El concejo de Somiedo atesora un importante patrimonio etnográfico y natural, que fue reconocido con la declaración en 1988 como Parque Natural. En los increíbles paisajes del territorio somedano encuentran cobijo un gran número de especies faunísticas, entre ellas el insigne oso pardo cantábrico (Ursus arctos cantabricus). Un fin de semana en este lugar da mucho de sí para los amantes de la naturaleza, tanto que uno se va con la idea de planificar la siguiente visita.

Desde el primer momento tuve la ocasión de observar bastantes ejemplares de buitre leonado (Gyps fulvus).



Subiendo hacia la braña de Mumián, este zorro (Vulpes vulpes) fue una grata sorpresa por lo cerca que estaba y lo activo que se mostraba a primera hora de la tarde, con 30 grados de temperatura.




De nuevo, algunos buitres fueron de los primeros en dejarse ver.


Y más que dejarse observar, los miembros de esta familia de rebecos cantábricos (Rupicapra pyrenaica parva) eran los que ejercían de observadores. Con el calor estival suben a cotas más altas y pasan gran parte del día descansando a la sombra, por lo que no se veían grupos tan numerosos como en otras épocas del año.


Imagen muy lejana de un bisbita arbóreo (Anthus trivialis) que alegraba el paseo con su animado canto. La especie es bastante abundante en Somiedo.

 

Algo más cerca se posó este ejemplar de escribano montesino (Emberiza cia).

 

Da igual hacia donde se dirija la mirada. La vista hacia cualquier punto cardinal siempre es espectacular.


Los gamones Asphodelus ramosus florecían a lo largo y ancho de toda la ladera. Esta planta da nombre a multitud de lugares en Asturias: "Gamonal", "Gamoniteiru"... y al Queso Gamonedo.


El inigualable paisaje natural también se ve decorado con los pintorescos teitos, como los que conforman la braña de Mumián. La creación del Parque Natural de Somiedo ha contribuido a que se reconozca la valoración de estas ancestrales cabañas ayudando a su conservación.


En una visita anterior, en este lugar vi por primera vez una huella de oso muy reciente.


Por supuesto, en estos parajes también hay lugar para otras aves que acostumbramos a ver en lugares más poblados, como la tarabilla común (Saxicola torquatus) o el chochín (Troglodytes troglodytes).



Bajando de vuelta hacia Llamardal, se cumple la mejor de las previsiones y salta la noticia: en la ladera opuesta se puede ver un macho de oso pardo. El sol ya se ha ocultado tras las montañas y la distancia es considerable, lo que sólo permite alguna foto testimonial.



Si este grandullón supiera la expectación que levantaba al otro lado del valle...


Gente venida de todas partes de España e incluso del extranjero, los que allí estábamos pudimos gozar durante un buen rato del privilegio de observar a un animal salvaje tan emblemático y cuya especie hemos estado a punto de extinguir a base de escopetazos, lazos, venenos y demás agresiones. Afortudamente, la mentalidad parece estar cambiando y la población de osos se recupera lentamente. Ellos parecen notarlo y se dejan ver cerca de lugares bastante transitados. El imponente macho prosigue con su parsimoniosa rutina diaria, y poco a poco lo perdemos de vista a medida que cae la noche.


Nosotros nos vamos a dormir, mientras ellos no han hecho más que empezar su jornada.

martes, 16 de julio de 2013

Calma veraniega en Cecebre

El calor estival, especialmente con las temperaturas de los últimos días, está dejando al embalse de Cecebre y sus alrededores envueltos en una gran tranquilidad.

En las zonas arboladas, la frondosidad de los matorrales y las copas de los árboles esconde gran parte de la actividad de las aves. Por suerte, algunas especies suelen ser algo menos desconfiadas, como los petirrojos (Erithacus rubecula). El de la foto me llamó la atención por lo desgastado de su plumaje.
 

Con mucho más descaro a lo que es habituál se me presentó este macho de pinzón vulgar (Fringilla coelebs) ante la cámara. Fue la excepción a la regla en unos días en los que parece que casi todos los habitantes de Cecebre se muestran más esquivos de lo normal.
 


Una mirada al cielo revela la presencia de un personaje nada familiar para mí. Sé que no es un ratonero o un milano negro, las rapaces más comunes en la zona. Un par de fotografías antes de que se pierda de vista tras la vegetación que me rodea y una posterior consulta a Xabi Varela, siempre dispuesto a ayudar, me confirman que se trata de una aguililla calzada (Hieraaetus pennatus). Una especie no demasiado habitual en la zona, y menos aún cuando se trata de un individuo de morfo oscuro como este.
 


En el agua hay menos movimiento si cabe. Algunos cormoranes se hacen notar volando a ras de la superficie, pero la mayoría permanecen inactivos en sus posaderos. El martín pescador pasa un par de veces como una bala. Y un par de somormujos lavancos (Podiceps cristatus) se limitan a flotar en el agua. Parece que no tienen ganas ni de zambullirse.



Un grupo de 8 recién nacidos de ánade azulón (Anas platyrhynchos) pasa por delante del observatorio. Me sorprende que, durante todo el tiempo en que cruzan de un extremo a otro la zona del embalse que puedo ver, su madre no hace acto de presencia. Es la primera vez que presencio una situación así.
 



Ya a última hora, decido probar suerte desde el extremo opuesto del pantano. Allá me recibe un milano negro (Milvus migrans) que descansa posado en un árbol seco. Trato de ser sigiloso para no molestarlo y lo consigo, pues el tío parece no inmutarse con mi presencia.
 

El sol ya se va poniendo y sólo queda despedir un nuevo día escuchando los sonidos de la naturaleza.
 

Y ya sin apenas luz, tras unos árboles resuena un profundo graznido y entra en escena una garza real (Ardea cinerea). Un bonito cierre de jornada.


viernes, 5 de julio de 2013

Por la costa de Dexo

Quen pasou a Marola, pasou a mar toda.
(Dicho popular marinero)

El Monumento Natural Costa de Dexo-Serantes ocupa el tramo costero comprendido entre el faro de Mera y el puerto de Lorbé, entre las rías de Ares, Betanzos y Coruña, en el denominado Golfo Ártabro.


Ver mapa grande

Tierra y mar se unen en un espacio natural de gran riqueza biológica, declarado Monumento Natural en el año 2000. La zona se puede recorrer por diversos senderos que atraviesan distintos ambientes, siempre con el Océano Atlántico en el horizonte. El lugar esconde algún que otro pequeño tesoro natural y arquitectónico, además de dar cobijo a un buen número de especies de flora y fauna.

Comienzo la ruta en la zona del faro de Mera, en cuyos acantilados se encuentra una de las colonias de cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis) que gozan de la mejor salud de la Península Ibérica, pues los datos de los censos revelan que el número de ejemplares no para de crecer año a año, mientras que en otros lugares la especie está pasando verdaderos apuros para perpetuarse. A estas alturas del año, los recién nacidos ya se encuentran bastante crecidos y se mezclan con los adultos en las rocas.

 

El mismo acantilado proporciona alojamiento a una colonia de vencejos reales (Tachymarptis melba) que pasan el día buscando alimento en las alturas.

A un par de cientos de metros (por mar, que por tierra son muchos más) se encuentra A Insua de Monte Meán, una pequeña isla cuya inaccesibilidad para muchas especies (incluída el ser humano) es aprovechada por las parejas de gaviota patiamarilla (Larus michahellis) para anidar año tras año.


En esta época, los pollos ya ejercitan las alas y en poco tiempo serán capaces de levantar el vuelo.


Sigo la senda costera y pronto llego al Seixo Branco, una llamativa veta de cuarzo que desciende por el acantilado hasta tocar el mar.


Desde este lugar pude ver un grupo de delfines (cuya especie no he sabido identificar) muy cercanos al litoral rocoso. Pasaron un buen rato nadando tranquilamente por la zona, para deleite de los que los observábamos desde tierra.





Más adelante se pueden encontrar varias formaciones aquí conocidas como furnas. Son cavidades que el oleaje ha ido profundizando en el acantilado, dando lugar a cuevas que llegan hasta la superficie del terreno que pisamos. Son bastante amplias, por lo que no llegan a bufar ni a expulsar agua como lo hacen en la costa asturiana.


Avanzando por el sendero litoral, se van dejando atras varias furnas, así como las vistas a la ciudad herculina.


El matorral que predomina en la zona acoge a varias especies de aves que podremos ver y escuchar con facilidad (aunque no son tan fáciles de fotografiar): tarabillas, alondras, chochines, acentores y currucas rabilargas. A lo largo del acantilado, se pueden encontrar nidos de gaviota, y por aquí también anida el pequeño grupo de 5 ó 6 chovas piquirrojas que se pueden ver por Coruña.


Poco a poco nos vamos acercando a la isla de A Marola, ubicada frente al portiño de Dexo.



La tonalidad del agua es espectacular en este lugar.


Esta pequeña cala brindó a los labriegos del lugar la posibilidad de convertirse en marineros y aprovechar la riqueza pesquera que se refugia bajo las olas, con frecuencia temibles, de esta costa. Los restos de grúas recuerdan la difícil entrada y salida de las pequeñas embarcaciones.



El agradable paseo se puede prolongar hasta la población de Lorbé, conocida por sus mejillones, y complementar con visitas a la iglesia de Santa María de Dexo, el castro de Subiña (sin excavar), etc.