jueves, 2 de agosto de 2012

Cascadas de Oneta

Oneta, en el poco conocido concejo de Villayón, es una modesta parroquia que esconde un tesoro declarado monumento natural: las cascadas de Oneta.


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Una vez en el pueblo, el acceso a las mismas no tiene pérdida, pues se encuentra perfectamente señalizado. Hay que caminar unos 15 minutos por una pista que transcurre entre tierras de cultivo. El trayecto no es una maravilla, pero merece la pena, pues al acercarse al arroyo de Segredal el paisaje se transforma y enseguida nos encontramos con la primera de las cascadas, y seguramente la más bonita, denominada "La Firbia". Según se indica en un cartel, "tiene una caída de agua de más de 20 metros de altura originada por la erosión del agua sobre las bandas alternantes de rocas de diferente grado de resistencia (cuarcitas muy duras y resistentes frente a pizarras blandas y deleznables) [...] El musgo sobre las rocas, la luz filtrada entre los alisos, los sauces, los fresnos... y la propia agua (sus vapores y el ruido que produce), confieren un halo mágico a este rincón escondido entre las montañas de Villayón".




Siguiendo el curso del río, un pequeño sendero nos conduce a la segunda cascada: la "Firbia de abajo" o "La Ulloa", que es algo más pequeña y no tan vertical como la primera. El acceso a ésta, aunque asumible para casi cualquier persona, es algo más complicado debido a la pendiente del terreno.


Existe una tercera cascada, la más pequeña, a la que se puede llegar siguiendo por el sendero río abajo. Es un bonito paseo, pero la senda ya resulta algo más incómoda por momentos, la cascada está bastante más alejada de las dos primeras y es bastante inaccesible, por lo que casi nadie llega hasta ella, yo incluido :).

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